Los investigadores de la Universidad Nacional de Ciencia y Tecnología MISiS de Moscú, junto con colegas de EE.UU. y México, han desarrollado una nueva tecnología que permite convertir las mascarillas usadas y los envases de fármacos en baterías.
De acuerdo a los autores del estudio, que fue publicado en Journal of Energy Storage, con el inicio de la pandemia del coronavirus más de 130.000 millones de tapabocas empezaron a convertirse en cientos de toneladas de basura cada mes. El procesamiento de estos residuos se convirtió en un problema urgente, ya que al incinerarse liberan gases tóxicos.
Sin embargo, el nuevo método permite no solo desecharlas, sino darles una nueva vida, convirtiéndolas en "baterías finas, flexibles y baratas", con una capacidad de 98 vatios-hora por kilo, que podrían utilizarse en dispositivos domésticos, como relojes o lámparas.
¿Cómo funciona la tecnología?
Para lograrlo, las mascarillas primero se desinfectan con ultrasonidos y luego se impregnan con una 'tinta' de grafeno. El material resultante se somete a presión y se calienta a 140 °C para obtener electrodos para la batería. Posteriormente, entre dos de estos electrodos se coloca una junta con propiedades aislantes, también fabricada a partir de cubrebocas, según explicó el científico Anvar Zahidov. "Se impregna con un electrolito especial y luego se crea una capa protectora a partir del material del empaque de medicamentos", detalló.
Los investigadores adelantaron que en el futuro planean utilizar la nueva tecnología para producir también baterías para vehículos eléctricos y plantas de energía solar, entre otros usos.
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